Sunday 27 February 2022

al cuarto jueves

 chico alto se levantaba de lunes a viernes a las 6:15 de la mañana para ir a trabajar. cuando salíamos de su casa era aún noche cerrada. fue ahí cuando comenzó mi etapa más feliz y desdibujada. andaba todo el día riéndome borracha de cansancio. para cuando llegaba a mi casa ya se aclaraba el cielo, pero aún sin sol me hacía otro café y me lo tomaba muy despacio en el salón, en penumbra, pensando en mis cosas. a veces me conseguía cambiar de ropa y salir a correr o alguna otra actividad que meter en las primeritas horas de la mañana antes de "empezar de verdad". otras veces me tumbaba boca arriba en la cama hasta que fueran las 9:30 y seguía pensando en mis cosas y en el chico alto y en sus ojos y en que él ya estaría trabajando desde hacía mucho rato.
 un día era su cumpleaños y le ofrecí llevarle en moto al cole ya que era su cumpleaños. chico alto es profesor de literatura en un colegio que está mucho más lejos de lo esperado. le dejé en la puerta, se puso un beso en la mano y me lo plantó en el casco y yo sonreí. feliz cumpleaños le dije y arranqué de nuevo. más tarde me dijo que sus etarras de segundo habían visto esta llegada y estaban emocionados. me hizo pensar en cuando yo iba al cole y mi relación con los profesores. pensé: vaya, cómo llegaban ellos a clase? mi sensación es que sencillamente ya estaban dentro del colegio, pero eso no es posible, así que debían entrar por otra puerta o algo así. también pensé que todos ellos eran muchísimo mayores que lo que es chico alto, y que si chico alto me hubiese dado clase de adolescente muy probable también se me habría caído la baba. de todas formas, seguro, segurísimo, jamás de los jamases ningún profesor llegó de paquete en la moto de una pava que ni se quitó el casco al despedirse.
 conduje otros 40 y pico minutos de vuelta, intuyendo el camino  desandando lo andado. cuando llegué a mi esquinita en rodriguez de san pedro y aparqué y me bajé de la moto me temblaban las piernas y no podía cerrar las manos. me quité los guantes y las tenía moradas del frío. ya subiendo las escaleras del portal me quité el casco, y al apoyarme contra el espejo del ascensor  me sorbí los mocos y suspiré y pensé: puf. ha merecido la pena.